Antes de que oscurezca.


LAS ARQUITECTURAS LIMINALES DE CINTIA G. REYES
Antes de que oscurezca, de Cintia G. Reyes
Museo Cristo de la Sangre
Del 28 de febrero al 7 de abril
Comisario: Pedro A. Cruz Sánchez
Toda la obra de Cintia G. Reyes (Málaga, 1981) constituye una intensa investigación
sobre el espacio. Pero, paradójicamente, esta reflexión plantea la complejidad del
espacio como una arquitectura en la que se erosiona la semántica más profunda del
verbo “estar”. Los trabajos de esta artista deconstruyen la posibilidad de un sujeto
plenamente situado, conducido por las lógicas binarias por las que se rige el
pensamiento racional. En 1927, Marcel Duchamp encargó a un carpintero instalar una
puerta en una de las esquinas del estudio que tenía en el número 11 de la rue Larrey en
París. Lo excepcional de esta puerta es que se encontraba entre dos vanos, de manera
que, cuando esta cerraba una de las aberturas, abría la otra. Con esta intervención
arquitectónica, Duchamp suspendía la lógica binaria del pensamiento racional: la puerta
ya no posee una sentido unívoco -abrir o cerrar-, sino que lleva consigo las dos acciones
a la vez, lo uno y su contrario.
Cuando, en este sentido, se examina la propuesta que Cintia G. Reyes plantea en
Antes de que oscurezca, el contexto hermeneútico que se revela como más pertinente
para abordarla es precisamente el articulado por Duchamp en la puerta de la rue Larrey.
Su intervención del espacio transforma a este en una zona liminal, de transición entre
dos realidades que pesan por igual y que mantienen al espectador en un “in-between”
que lo escinde física y mentalmente. Tomemos, por ejemplo, la serie de ventanas de
escayola que se funden con el muro de la sala. Como sucede con las “pinturas
anémicas” de Maaike Schoorel, el observador nunca llega a saber si los objetos están
emergiendo y haciéndose visibles o, por el contrario, se hallan en trance de desaparecer
y de deshacerse en la invisibilidad. En realidad, tales ventanas realizan ambas acciones
a la vez, y, al hacerlo, se convierten en objetos liminales. Una obra artística colgada en
un muro determina un punto fijo y estable en el espacio que, en consecuencia, prioriza
un punto de vista desde el que aprehenderla. Sin embargo, en el caso de las ventanas de
Cintia G. Reyes, nos encontramos ante lo que aporéticamente podríamos denominar
objetos fijos dinámicos. La naturaleza liminal de tales piezas altera la lógica del punto
fijo en el espacio para introducir un doble movimiento de aparición/desaparición, que
afecta de lleno a la morfología de la arquitectura. La ventana, en este caso, pierde su
función principal -la de un “marco transitivo” que deja ver- para adquirir aquella otra de
marcadores de presencia y ausencia que desestabilizan los límites de lo arquitectónico.
La idea del umbral constituye uno de los principales hilos discursivos que cosen
toda la producción de Cintia G. Reyes. Aquello que se encuentra entre dos espacios, que
desbarata la topografía nítida del “dentro” y el “afuera”, supone un recurso habitual en
esta autora para temporalizar el espacio. Las ventanas liminales que aquí se exponen
conectan, por lo tanto, dos tiempos: el pasado y el presente. Ambas temporalidades no
constituyen mundos separados y excluidos entre sí: la memoria implica lo perdido para
siempre y lo recuperado precariamente en el presente. En cada situación, nos
encontramos con la lógica -consagrada por Feuerbach- del “solo una vez”: lo perdido lo
es para siempre porque solo sucedió una vez; y lo recuperado lo es en precario porque la
memoria es dinámica y, en cada ocasión, recupera el pasado de una manera distinta e
irrepetible. Como es dable observar, las ventanas presentan evidentes síntomas de
deterioro: se encuentran rotas, fragmentadas, en un inexorable proceso de ruina. La
innegable influencia que el universo visual de Piranesi ha ejercido sobre Cintia G.
Reyes se manifiesta en el hecho de que, para ella, la ruina, lo roto, es la “única vez” del
pasado en el presente. La ruina no tiene lugar: habita entre dos tiempos y no cabe en
ninguna de las categorías del “estar”. Ontológicamente siempre esta desplazada,
insuficiente para legitimarse tanto como presente como pasado. Pero, como
poéticamente expresa la autora, lo que le falta a la ruina es justamente el margen del que
dispone el sujeto para recordar. La ausencia es la posibilidad de expansión del tiempo.
Acompañando esta serie de ventanas liminales, Cintia G. Reyes expone una
video-instalación interactiva que, nuevamente, juega con la idea de lo liminal. Una
proyección de sombras nos muestra a una figura de perfil sentada, en frente de la cual se
sitúa otra silla más vacía -esta vez física- para que sea ocupada por el espectador. Cada
vez que este toma asiento para contemplar la proyección, la figura en sombra se levanta
y desaparece. Basado en una tradición de la huerta de Murcia para el Día de Difuntos –
preparar la mejor alcoba de la casa para que el fallecido descanse, mientras los vivos
permanecen fuera de ella toda la jornada-, este vídeo interpreta lúcidamente de nuevo el
“paradigma Larrey”: entrar es salir, y salir es entrar. Ambas realidades se incluyen y
conectan -en una experiencia liminal- lo desaparecido con lo presente. Lo viso está
sincronizado con lo muerto tanto como lo muerto con lo vivo.
Pedro A. Cruz Sánchez